domingo, 25 de noviembre de 2012

Strange.


Decidí pocas cosas ese día, tal vez no hice nada excitante y por eso al terminar  de comer el plato recalentado, me fui a evadirme del mundo. Me senté al borde de la cama, el pijama cutre me mal vestía y el gato no paraba de restregarse en mi pierna izquierda, al principio vino bien un poco de calor, pero más tarde me deprimí al verme en el reflejo del espejo mal pegado en la puerta del armario, sola y con un gato que solo me tenía a mí y yo solo le tenía a él.
Lo más excitante de aquel día fue sin duda mi sueño. Estaba con mucha gente, bañándonos en un sitio que solo sé que no era una piscina, sino como un estanque cimentado y antiguo mas bien. Pero ahí estábamos, con ropa y jugando unos con otros, mi zapatilla se hundía, buzeé hasta el fondo de aquello y notaba la presión. No sé muy bien si aquella presión trataba de los litros de agua que me hacían estar allí al fondo, contemplando las paredes sucias y descorchadas, la gente reía arriba y mi zapatilla en el fondo, en el suelo, derecha.
Al subir respiré fuerte, no entendía como había sobrevivido después de estar tanto tiempo sin oxígeno.
La gente empezó a incordiarme, ¿de qué iban molestándome de aquella forma?  No pedía que me incluyesen en sus niñezes, pero ellos no parecía que entendiesen que no soy como ellos. No es que me crea más madura, pero si más independiente y no me gusta estar agobiada. No soy de estar con jóvenes que su personalidad se perdió en el primer cubata y en la primera calada de un porro.
Al notar aquella presión, esta vez por seres humanos, que superaba a los litros de esa especie de estanque, decidí girarme e irme de aquello, me senté en el escalón de la puerta trasera de un adosado invadido por jóvenes inmaduros que se dedicaban a destrozarla y yo me alejé de ellos.
Sufrí un ataque de ansiedad, también diré que soy culpable y que hice un ataque mayor de lo que necesitaba, provoqué más de un parón de respirar y una mirada al cielo. Pensaba en todo lo malo que había a mi alrededor y todo lo malo que hay en este mundo que jamás decidí vivir en él y creo que me ha tocado…


martes, 6 de noviembre de 2012

La filosofía del rock me coloca sin drogarme.

Los rockeros que me hacen bailar valen mas que el cabrón que me hace llorar. Sabes que? Las noches que salto y grito como una posesa son las mejores que me pueden dar esos viejos músicos que crearon hace unos años unos exitazos. Y ahora yo, una cría que de sobra podría ser la hija de uno de ellos, canto y bailo súper identificada con esas letras extrañas y extravagantes que dicen tacos por todas partes y lo único que provocan es un desahogo que sin darte cuenta quieres decir y acabas gritando con un cubata en la mano y la otra mano vacía pero alzándola con todas las fuerzas al ritmo de esa puta canción.