lunes, 21 de octubre de 2013

Escogí la miel como material adhesivo para sellar nuestros labios y no pensé que es un alimento del que no podemos resistirnos y acabamos devorando como nos devoramos uno al otro.

La picardía de una sonrisa acercándose a otra, incorporando cada centímetro de piel compartido, disponible al otro, un total consentimiento para atravesar las redes de lo ético y degradarse en el instinto animal hasta el momento de levantarse de esa cama sudorosa para vestirse con la ropa arrugada y enredada del suelo. ¿Qué fin tiene este polvo esporádico? Y lo mas importante... ¿Por qué no? Es decir, me tiro a uno del que sólo sé un poco de su vida, me atrae físicamente y me provoca un muy buen orgasmo y luego... ¿Qué? Nada! Vale, ahora analicemos la otra parte: Mi novio, mi maravilloso novio con el que llevo x, todo va genial, follamos y muy bien, como siempre, sabe lo que me gusta, sé lo que le gusta, está todo claro, pero es eso... mi novio y mira, lo infinito no existe y menos en amor. Cuando acabe aquello sólo quedan lloriqueos y noches alcoholizadas en las que acabas diciéndole a tu amiga que te aguanta lo mucho que le echas de menos y lo mucho que te gustaba cómo te follaba, que no entiendes porqué ha acabado aquello. 
Ya no tiene sentido nada y no hablo de folleteos con conocidos o desconocidos, no es el fin de este texto que será leído por los cuatro gatos de siempre, el fin señores, no existe y punto. No me llaméis pesimista, solo creo que las hormonas han creado estas lineas. 


Hoy lloré, se me habrá metido un poco de arena eso no es para mí.