lunes, 17 de febrero de 2014

¿Cuanto tiene que pesar una caricia para tener suficiente importancia para que la archives en tus recuerdos?

Me desperté y pensaba que vivía en mi suelo, que aquello continuaba y me quité el nórdico de encima con ímpetu, me cambié de ropa y salí a la calle en busca de mi meta, por lo que acabé empapada de esperanza y el paraguas resultaba ser él, lo había dejado en casa, realmente lo había olvidado en casa. Alcé los brazos, mi cuerpo hacía forma de cruz, las palmas de las manos abierta hacia arriba recogiendo cada gota, la esperanza que recogía con cada gota me daba un poquito mas de libertad por lo que guardé las manos en los bolsillos al sentirme saciada y corrí sin dirección Mi cabeza me indicaba que iba recto, que no daba vueltas sobre un punto y cuando la fatiga me hizo parar abrí los ojos y vi lo que tenía enfrente: el mar. Donde te puedes encontrarte más libre con con más agua que el mar? Dejé los zapatos en la orilla y empecé por mojarme los pies, veía cómo la arena los cubría poco a poco, me atrapaba y yo me dejaba. Creo que gracias a poder correr y a poder tener libertad en mis pies puedo tanto escapar como dejarme atrapar, sea como sea yo decido, yo tengo el poder de guardarme cada gota de libertad. Sentí como me cuidaba y me protegía el mar al bañarme en él, me quería y yo a él también, libre dentro del cúmulo de litros y litros de agua salada moviéndose y haciéndome ir a un lado o a otro, yo me dejaba llevar, me dejaba envolver y le sonreía al sol que se asomaba tímido tras irse las nubes que me habían dado aquellas gotas. Soy mujer y soy quien quiero ser yo, no ellos, la naturaleza sé que me entiende y siempre estará ahí para abrirme los ojos cuando tonterías mayores no me dejen.